sábado, septiembre 29, 2012

Mis 14 años


Apenas recuerdo el Caracazo, recuerdo a mis padres consternados llamando por teléfono y comentando con mis tíos. Recuerdo poco después el golpe del '92. Ese día no hubo clases.

Nací en un hogar de padres militantes del MAS y un abuelo Adeco como el solo. Cuando las elecciones del '98 papá convenció al Toto (mi abuelito) de que “Los Blancos” ya habían tenido su oportunidad y la habían desperdiciado, por lo que había que votar por “el cambio”, por El Comandante.

Yo fui a votar en esas elecciones. Eran mis primeras y poco entendía de política, pero la persona que más admiro, mi padre, estaba convencido de que el cambio era necesario, y a las urnas del Movimiento V República fue a dar mi voto; como el de millones.

Papá lloró ese día, el día en que ganamos. Yo también lloré. Estábamos en el comedor, donde gran parte de mis momentos más felices han transcurrido.

Recuerdo a Chávez con Fidel y a papá molesto. Me decía que ese señor de barba larga era un dictadorzuelo de los peores y que no entendía porque el Presidente se arrimaba a ese mingo. Claro, yo poco entendía porque me encantaba la Trova Cubana y la Revolución tenía otro color, en la voz de Silvio, Pablo o Violeta. Recuerdo haber leído por aquellos días que el Ché fue mandado a matar por Fidel, cosa que me parecía jalada por los pelos, pero afianzó mi rechazo al de las barbas.

La relación entre nosotros, yo, mi familia y Chávez se fue deteriorando. El Comandante dijo un día en cadena nacional que robar era bueno y que había que entender a los que lo hacían. Yo, con un poco más de criterio político por esos días, me dije: algo está mal.

Papá trabajaba en PDVSA. Tuvo la oportunidad de hacerse PhD en tierras galas (por cierto en un plan creado por Pérez). Gracias a su empeño y alto nivel profesional, estuvo encargado de materializar difíciles empresas. Comenzaron a ocurrir cosas en la 3era Petrolera del Mundo -por esos días- y veía a papá discutir todos los días. Ya no estábamos tan contentos. Mientras, yo trataba de entender el país en clases de Economía con el Prof. Carlos Rodríguez y discutía en la Universidad con mis amigos. En todos los encuentros entre panas había un problema. Pactamos no hablar de política para mantener nuestra amistad.

Vino el paro, '03, ya estábamos divorciados del Teniente Coronel. Papá se unió al paro y salió en contra de su voluntad. Amigos perdió en el camino, una pena, gente que siempre quise y querré. Ni un paso atrás quedó olvidado.

Vinieron días muy difíciles, pero la rutina les pudo. Yo estaba en IBM y de pronto me salió una oportunidad para trabajar en el Ministerio de Educación Superior. La oferta económica era buena, yo estaba recién casado y la cosa pintaba bien. Acepté la oferta.

Conocí a gente increíble en aquel Ministerio. Mi jefe por aquellos días, el ogro Henry, ha sido quizás el mejor jefe que he tenido. Le decían ogro, pero era porque ese tipo amaba a su país y no daba lugar a la incompetencia; al menos era lo que a mi me parecía. Decía una y otra vez, hay que entender la historia para entender el presente y el futuro, el pueblo que no la conoce, está destinado a repetirla.

Por esos días tuve intentos de reconciliación con el Presidente. Ya no todo me sonaba mal, conocí tanta gente tan trabajadora y que de verdad quería ayudar, que creía en su proyecto, que yo sólo me decía, en plan romántico-cursi: este es mi granito de arena al país, hay que ayudar, ¿será que yo soy el equivocado?

Los días en el Ministerio transcurrieron y veía ahogarse las ganas de muchos, en la ineptitud de otros. La corrupción rampante a la luz del día y como Juanito Alimaña, todos lo comentaban, pero nadie “había visto nada”. Luego de esto rechazaba más a Chávez y me decía, como siempre citaba el padre de mi hermano Alejandro Henrique, “Conozco al monstruo porque viví en sus entrañas”; frase de José Martí por cierto.

Terminaron mis días de funcionario y fundé Softclear. Chávez ya por esos días muy, muy inconsistente y cada vez más equivocado.

Todo lo que creí vería, corruptos en la cárcel, libre mercado de la mano de un estado gestor, grandes obras, igualdad de oportunidades, libertar de expresión... En general: un país para vivirlo a gusto y un Gobierno abocado a ello, no llegó.

Un día me acerqué a una escuela por casa para dar clases en la Misión Sucre y me vieron con cara de bicho raro y comprendí horas después el chanchullo que había montado, sólo daban clases los amigos de los amigos de los amigos.

Cerraron RCTV ('07). Recuerdo “el peo” en reuniones de amigos debatiendo el tema. Mi grupo de amigos es bastante heterogéneo y varios decían cese a la concesión y uso acorde del espacio radioeléctrico, mientras otros gritábamos cierre y censura. Fueron días complicados.

A todas estas estaba de profesor en la UCAB y vi algo, que ahora mientras escribo me saca un par de lágrimas, gente -en su mayoría- de clases sociales altas, despertando y dándose cuenta del error que habían cometido sus padres. Habían dado la espalda al país e ignorado su obligación histórica de coger las riendas del país, el toro por los cachos, y echar el país pa' lante.

En esos días entendí que Venezuela había cambiado para siempre.

Aunque muchos estamos en el exterior y yo sigo añorando a mi país, tratando de entenderlo entre libros de Gallegos, Uslar Pietri y Herrera Luque, leyendo de Bolívar y amando su recuerdo más que nunca, o por primera vez, porque creo nunca supe quien era.

Sé que las cosas han cambiado. Hay un despertar, creo o quiero, y me empeño en creer, que algo hemos aprendido. Que Dios no abandona a nadie, de que la espada de Bolívar sí continua cabalgando por América Latina, de que el pueblo que alguna conformó el ejercito liberador nunca podrá ser esclavizado, y finalmente, creo en el designio divino de que Venezuela está obligada a ser un gran país.

A veces no sé si es como esto de “todo pasado siempre fue mejor” o “aferrarnos a que hay vida después de la muerte porque nos resistimos a creer que después de morimos pues simplemente todo acabó”. En todo caso, quiero creer que sí que existe un futuro y que definitivamente “hay un camino”.

Capriles es una transición, no sé qué tan bien lo hará, pero sé que mejor y que no será fácil. Espero el bravo pueblo sepa entender y apoyar, porque no queda de otra. Que fallará, que se equivocará, que habrá gente allegada a él que querrá robar, pues eso ya lo sabemos. Pero sólo la idea de que está en nuestras manos progresar, “poder volver a ser hermanos” y comenzar a vernos en sociedad como un Caracas-Magallanes, con rivalidades pero hermanadas, pues eso, eso no tiene precio.